miércoles, 28 de octubre de 2020

Reynaldo Arenas: “Fue un privilegio, orgullo y gran reto (hacer Túpac Amaru)”

“Gracias a Federico García, mi carrera se solidificó y hubo reconocimiento mundial”, dice sobre el cineasta que falleció ayer. Reynaldo Arenas es parte del filme ‘Función velorio’, de Aldo Miyashiro. Lo entrevistamos.

Reynaldo Arenas es parte del filme 'Función velorio', de Aldo Miyashiro.

A su madre le decía: “Tranquila, algún día me verás en el cine”. Ella le respondía: “Sí, hijito, sueña, sueña. ¿Quién te va a dar trabajo?”. Reynaldo Arenas, con 76 años de edad, lleva medio siglo actuando. “Haber logrado esta permanencia es un éxito. Es la soñada coherencia”, me dice por teléfono el actor, hasta ahora recordado por su papel como .

Arenas es parte del filme Función velorio, que acaba de ser estrenado dentro de la competencia oficial del Austin Film Festival 2020, en el que la cinta figura entre las finalistas. Una película de . “Estoy contento con lo que soy. A veces la gente en la calle tiene gestos tan lindos: subo a un micro y no me quieren cobrar, voy a comprar pan y me regalan dos soles de pan. La gente es cariñosa y es producto de un reconocimiento del pueblo”, resalta.

Durante 1983 no cobró como actor. No había plata, había crisis. Reynaldo tuvo que hacer taxi y su madre le llamaba la atención. Hasta que llegó el día del estreno de la película Túpac Amaru. Empezó la función y Olinda le apretó la mano. Mientras ella trataba de concentrarse en las escenas, se le caían las lágrimas. Le dijo: “Qué equivocada estoy, debí ayudarte más”. respondió: “Tranquila, mamá; este es el comienzo”.

-Ayer falleció Federico García, el director de Túpac Amaru. ¿Qué nos deja su partida?

Es una gran pérdida para el cine nacional. Fue casi el único que se dedicó a rescatar nuestra identidad en el cine. Además de cineasta, es un poeta, escritor bilingüe: hablaba quechua y español. Preocupado por la condición del hombre andino. Pertenecía a un sector de la intelectualidad cusqueña. Creo que no habrá otro director como él, que se preocupó por restablecer la identidad del indio.

-¿Qué representó para usted hacer Túpac Amaru?

Fue un privilegio, orgullo y gran reto. Gracias a Federico García, mi carrera se solidificó y hubo reconocimiento mundial. Estuve en Japón, donde conocí a Kurosawa, estuve en Moscú. Le debo mucho a él, me dejó el orgullo de ser auténtico.

-Vamos a Función velorio. Es un nombre que parece acorde a estos tiempos de pandemia.

Sí. Bueno, la película tiene muchos valores. Fue una extrañeza que me hayan llamado porque yo no formé parte del elenco teatral, que tuvo mucho éxito en la Triple A. Ahora, en la filmación hemos experimentado cosas interesantes porque se ha hecho con mucho cuidado y esmero, se contrató un buen plantel de actores, la factura técnica es extraordinaria.

-Uno de los temas que pone esta cinta sobre la mesa es el éxito. Usted, con 50 años de carrera como actor, ¿qué opina del éxito?

Es una suerte cuando la preparación y la oportunidad se encuentran. Entonces, yo creo que Función velorio tiene esas condiciones. El guion cinematográfico es onírico, poético por momentos, es cruel, desgarrador. Tal vez esta película sea un éxito afuera y no acá, porque el público no está preparado para este tipo de películas, que tiene valores en su estética, en la belleza de la fotografía, los diálogos muy profundos y existencialistas, la construcción misma de los personajes.

-¿Somos incultos para temas más profundos?

El público de nuestro Perú todavía adolece de cierta educación, no está preparado, nos hemos acostumbrado a lo grotesco, a lo chabacano, al doble sentido, a la cosa libidinosa, a la procacidad. Nos va a costar mucho tiempo salir de eso.

-¿Pero, entonces, para usted qué es el éxito?

Cuando empecé esta carrera, hubo preocupación desde la familia. Pero creo que la pasión, la perseverancia y el dedicarte a esto con hidalguía hacen que las cosas caigan por su propio peso. No me puedo quejar. Caramba, haber logrado tener agua caliente, casa propia, un jardín de rosas, poder ver en la noche un programa cultural en la televisión, darte el lujo de comprarte un libro al mes y viajar a cualquier sitio es la consagración de ciertos logros, y para mí es el éxito.

-Su madre fue trabajadora del hogar, su familia tenía una condición económica difícil. ¿Por qué eligió la actuación cuando ‘lo normal’ habría sido elegir una carrera que en apariencia sea más rentable?

Yo vengo trabajando desde los 11 años como lustrabotas, haciendo un montón de oficios. Pero mis primeros pasos con el arte escénico fueron en el Puericultorio Pérez Araníbar, porque mi mamá se enfermó. Yo tenía 7 años. Estuve ahí 18 meses. Y luego, cuando ingresé a la casa de los Hernández (porque mi mamá trabajó ahí), me encontré con un niño prodigio como era Lucho Hernández. Yo tenía casi 9 y él tenía 11 a 12 años. Él hacía teatro en su casa y cobrábamos 20 centavos la entrada. Fue un despertar muy lindo. Y ya en la secundaria compartí carpeta con un actor precoz, Fernando Larrañaga Travesí. Él me invitó a participar como extra en una obra de teatro. Era para hacer la vida, pasión y muerte de Cristo. “Serás un soldado romano que le alcanzará una esponja de agua y vas a clavar la lanza en la costilla de Cristo”, me dijo. Esa doble vida me llamó mucho la atención. Me pareció fascinante dejar de ser yo para convertirme en algo que no soy. Ahí comenzó todo este embrujo.

-¿Cuál es su balance de vida y obra?

Todavía no estoy satisfecho con algunas cosas. Me gustaría tener un teatro, donde pueda hacer lo que quiera. Estoy escribiendo mi biografía y en algún momento me gustaría publicarla para contar lo que me ha tocado vivir como actor en una sociedad racista, elitista, llena de prejuicios, hipócrita, huachafa, banal.

-En esta pandemia usted no ha dejado las obras infantiles. ¿Volver a estas obras es una forma de alejarse de la banalidad?

El público infantil es el más hermoso, es espontáneo, sincero. Son una fuente de inspiración hermosa. Es un público muy fiel. Una vez, en una función con Vicky Paz, en el C. C. Sérvulo Gutiérrez, hicimos La bella y la bestia. En un momento de la función, la bella deja a la bestia y yo me pongo a tocar flauta y se me salieron un par de lágrimas; se acercó una niñita muy despacito y casi llorando me dijo (cambia de voz): “No llores, bestia; vamos a mi casa, yo te llevo a que vivas conmigo” (risas).

-¿Ha podido disfrutar su niñez?

Hasta ahora soy un niño en muchas cosas. Tengo cosas que mi mamá me regaló, como mi trompo, mi yoyó, mi bolero, el primer libro que me regaló mi mamá. También tengo la bicicleta de Luis Hernández. Soy muy cachivachero.

-¿Cómo fue su relación con el poeta Luis Hernández?

Fue mi hermano. Fue el pediatra de mi hija. Le debo muchísimo. Vivió con nosotros en Breña sus últimos años, antes de irse a Argentina. En Breña él tenía un consultorio, ahí atendió a mucha gente de recursos económicos bajísimos, no les cobraba nada. Era un apóstol, no era de este mundo.

-¿Usted es de este mundo?

El hombre occidental se cree el centro del universo. Los andinos somos parte del universo.

AUTOFICHA:

- “Soy Reynaldo Arenas Horna. Nací en la ciudad emblemática del Cusco. En mi familia se acostumbra poner nombres quechua y a mí me dicen Yuraq, que significa blanco como la nieve perpetua. Y mi hija sí tiene nombre quechua”.

- “Tengo 35 películas. En 50 años de teatro, imagínate la cantidad de obras que tengo, ya perdí la cuenta. Hay cosas muy lindas que me sucedieron: cuando hicimos Túpac Amaru, conocí la URSS y Cuba; estar con grandes luminarias como Robert De Niro o Al Pacino”.

- “Me ha pasado que estoy viajando en el Metropolitano y me encuentro con un jovencito que me mira sorprendido, como si hubiera visto un fantasma. Me bajo, me sigue y me dice: ‘Señor, algún día seré como usted. Se lo juro’. Un jovencito de 17 años, imagínate. Son cosas que te dicen que esta profesión es bonita”.

Reynaldo Arenas es parte del filme 'Función velorio', de Aldo Miyashiro. 
 
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