domingo, 26 de junio de 2016

Corre Perú: la sangre de los chaskis circula por el Qhapaq Ñan / Los chaskis llegan hoy al Cusco

En su ruta al Cusco, Los Nuevos Chaskis del Perú llegaron a Andahuaylas, cumpliendo una etapa más del evento organizado por el Instituto Peruano del Deporte (IPD), una prueba que va mucho más allá de una megacarrera, porque cada paso cierra las fracturas que existen en nuestra sociedad, como se evidencia en esta crónica especial para Rumbos.

 Iván Reyna/ Revista Rumbos

“La sangre del pueblo tiene rico perfume, huele a jazmines, violetas, geranios, a pólvora y dinamita”, cantaba y tocaba la guitarra, Javier Ircañaupa. Estábamos en un cuarto del hotel García de Vilcashuamán, y los demás éramos una compañía lamentable, apenas balbuceábamos las canciones, salvo las clásicas como Flor de Retama. Ya los chaskis habían recorrido la mitad del trayecto entre Pasco y Cusco y las barreras sociales y culturales se estaban disipando. No del todo claro, yo no conocía la mayoría del repertorio musical ayacuchano, y ellos no sabían quién era Joaquín Sabina. Por cierto, el hotel donde nos encontrábamos no olía a pólvora ni dinamita, pero tampoco a jazmines y violetas. Baño común, agua fría y cuartos modestos. Olvídense del wifi.

Foto: Martín Chumbe

Pero nadie se quejaba. Luis Alberto, el padre de Javier, que también participa en esta cuarta edición de Los Nuevos Chaskis del Perú, vive en el barrio Pueblo Libre, casi en la punta del cerro Picota, en los extramuros de Huamanga, y debe despertarse todos los días a las tres de la madrugada, para ir caminando hasta el mercado donde trabaja de estibador, cargando pesados bultos todo el día. Se podría decir que toma esta competencia más como unas vacaciones que como un agobiante esfuerzo físico.

Por cierto, hay una segunda lectura respecto al bajo nivel de los hospedajes y restaurantes de Vilcashuamán. Y que es parte del objetivo de esta mega carrera, que no solo busca rescatar nuestra identidad y mejorar nuestra autoestima como peruanos, sino dar a conocer sitios realmente notables como Vilcashuamán, con un magnífico templo inca del sol en plena Plaza de Armas, y el ushnu (especie de pirámide sagrada frente a una plaza ceremonial) más grande del Perú a dos cuadras de distancia.

Foto: Martín Chumbe

Con esto quiero decir que evidentemente ciertas políticas no están bien orientadas. Especialmente si en el tramo que cubrieron los chaskis entre Huamanga y Ayacucho también pasa por el Intiwatana, un admirable complejo arqueológico frente a la laguna Pomacocha que no tiene nada que envidiar a los más pintaditos monumentos incas del Cusco; y además la ruta bordea Titankayocc, el bosque de puyas de Raimondi más extenso del país.
Y con la pavimentación de la carretera entre Huamanga y Vilcashuamán, no hay ninguna excusa para no convertir a esta zona en un privilegiado lugar turístico. Con hoteles y restaurantes de primera y un ingreso económico importante para la población. Y esto se repite en otros lugares (como el puente inca de Yanahuanca, el bosque de piedras de Huayllay, el lago Chinchaycocha, Sóndor, Saywite y muchos más).

Perú, tierra de fondistas

Además, claro, de promover el deporte y las carreras de fondo en el Perú, que en los últimos años ha tenido un crecimiento geométrico. Como nunca, seis maratonistas nacionales acudirán a una Olimpiada. Y solo porque era el máximo cupo permitido por país, pues 15 deportistas más habían superado la marca exigida para poder ir a las Olimpiadas de Río.

Por supuesto, estos logros no se dieron de la noche a la mañana. Hasta el viaje más largo empieza con un primer paso. En este caso el primer paso lo dio Eduardo Beingolea, asesor del Instituto Peruano del Deporte (IPD), quien ideó revalorar a los chaskis, el Qhapac Ñan y nuestras olvidadas maravillas culturales y de naturaleza, con un proyecto que se articulaba perfectamente con el Programa Nacional de Maratonistas y los Centros de Alto Rendimiento que ya había instituido el Instituto Peruano del Deporte (IPD) en varias regiones.

Hoy, los chaskis partieron de la localidad de Uripa, en el valle del río Pampas, hacia Andahuaylas. Fue inevitable visitar la pirámide de Sóndor, máximo exponente arquitectónico de la nación chanka. Ya estaban en el corazón de Apurímac, luego de atravesar las regiones de Pasco, Junín, Huancavelica y Ayacucho. Pero también, sin duda, estaban en el corazón del pueblo que los recibió con cariño, aplausos y orgullo no reprimido.

Foto: Martín Chumbe

En esta jornada recorrieron 142 kilómetros entre Andahuaylas y Abancay, sin dejar de lado el magnífico ushnu de Curamba, en el distrito de Kishuará, ni tampoco el soberbio puente colonial de Pachachaca. Mañana, estos bravos descendientes de los hombres que cumplieron la misión de ser la línea de transmisión de información y productos de un imperio, ingresarán al Cusco por Saywite y Curahuasi, luego de bordear el Santuario Nacional de Ampay, nevado que se resiste a los embates del cambio climático.
La sangre de estos nuevos chaskis también tiene rico perfume: huele a molles y queñuales, a polvo de caminos incas olvidados, a siglos de vientos que barren piedras milenarias de monumentos que demandan una reivindicación, a la furia de un puma herido, a impalpables racimos de nostalgia agraviada.

http://larepublica.pe/turismo/rumbos-al-dia/779234-corre-peru-la-sangre-de-los-chaskis-circula-por-el-qhapaq-nan


Después de 14 días de competencia, atletas de todo el Perú, arriban esta tarde a la ciudad imperial. En esta última etapa están participando solo deportistas de alto nivel.
 
 Iván Reyna /Revista Rumbos
 
 
Abancay es una de las pocas ciudades del Perú donde no hay mototaxis. “Se debe a que aquí hay muchas cuestas que ni lo ticos las trepan”, me dice un vendedor de chompas en el mercado. Tal vez por eso, y  a pesar del poco apoyo que reciben, salen buenos atletas como José Luís Ccanre (18), que todos los días corre 5 kilómetros: una subida infernal que lo lleva a los pies del Ampay, apu mayor de Abancay. Su meta es participar en los Panamericanos de 2018.
 
La partida de Abancay se dio en el distrito de Tamburco, donde nació la corajuda Micaela Bastidas. Los chaskis treparon desde los 2,392 m.s.n.m. de Abancay hasta los 3900 metros, donde se empina el abra de Socyacasa. Desde ahí se aprecia la cordillera Vilcanota en todo su esplendor. Después entramos en un espiral descendente que nos condujo al pueblo de Saywite, que celebraba el Inti Raymi a todo dar.
Recibieron a los chaskis con la algarabía que dan unas copas de más, y luego pudimos pasar hacia el complejo arqueológico de Saywite con su famosa piedra de 2.5 metros de alto que, según los entendidos, es una maqueta que representa las 3 regiones naturales que abarcaba el Tahuantinsuyo.
 
Efectivamente se ven animales de la sierra como el cóndor y el puma; jaguares y monos de la selva; y cangrejos y pulpos de la costa. Pero Saywite es mucho más, hay escalinatas y fuentes que se conectan entre ellas; un sector llamado Rumi Huasi con piedras con tallas perfectas de peldaños y tronos donde supuestamente se sentaba la nobleza inca para apreciar la gran plaza ceremonial y el notable ushnu que se estiran a los pies de Rumi Huasi. Por si fuera poco, sobre una pampa, debajo del ushnu, se ubica uno de los mejores exponentes del Intiwatana u observatorio solar inca.
 
Esa jornada se cerró en Limatambo, ya en el departamento del Cusco, luego de cruzar el río Apurímac por el puente Cunyac. Al día siguiente, el sábado 25, empezó otro tipo de competencia, con la participación de atletas profesionales provenientes de Puno (la más destacada de esta región es Wilma Arizapana, quien por fracciones de segundos no acudirá a las Olimpiadas de Río), Junín, Apurímac y el mismo Cusco, claro. Se formaron 6 equipos que tenían 10 deportistas cada uno (cinco mujeres y cinco hombres). Ellos partieron del templo inca de Tarawasi, en los extramuros de Limatambo y terminaron la faena en Ollantaytambo, ya al anochecer, luego de recorrer 105 kilómetros a puro nervio y pulmón. 
 
En el camino se pasó por Zurite y sus colosales andenes de 6 metros de altura, luego por la laguna Piuray, después tocó Chinchero, la ciudad del arco iris y su espectacular templo dedicado a Túpac Yupanqui. Los 6 equipos de chaskis competían codo a codo al pasar por la laguna de Huaypo, el pueblo de Maras y sus antiquísimas puertas de madera enmarcadas bajo maravillosos pilares de piedra de estilo colonial. Uno de los tramos más bellos fue el que conectó Maras con Moray, teniendo a la vista las doradas pampas de Anta y el impresionante nevado Verónica. En Moray todos apreciamos el anfiteatro inca, que fue un laboratorio agrario.
 
Finalmente se llegó a Ollantaytambo, como dije, ya entre sombras. Los que están punteando hasta el momento son el equipo de Maratonistas Sur, liderados por Jhon Cusi, quién ha representado al Perú en más de una competencia internacional. Pero lo sigue muy de cerca el equipo de Huancayo, donde sobresale Vilma Montes, que ganó precisamente el tramo entre Maras y Moray.
 
Hoy escribo esta crónica a las 7 de la mañana, cuando los 6 equipos de chaskis acaban de partir de la empedrada plaza de Ollantaytambo en dirección al Cusco, donde luego de transitar por el Valle Sagrado, esperan arribar a la histórica plaza de armas (o Huacaypata) de la capital del Tahuantinsuyo entre la una y las dos de la tarde. Quieran los dioses y las montañas sagradas que los chaskis den su mejor esfuerzo para que gane el Perú profundo y olvidado.

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